martes, 21 de noviembre de 2006

ALLÍ, DONDE QUIERO ESTAR

Con una sobredosis de propuestas, la última edición del BUE consolidó al festival celebrado en el Club Ciudad de Buenos Aires como uno de los más atractivos acontecimientos musicales del año. Por Federico Fernández


Desde hace tres años, el festival BUE viene haciéndose un lugar común en el calendario musical porteño, abriendo las puertas de la ciudad a una variada cepa de músicos consagrados, y a otros que recién comienzan a despegar en la escena, tanto a nivel local como internacional.

Sus escenarios han sabido acercar a nuestro país una gran cantidad de artistas alternativos que posiblemente nunca habrían aparecido por estas latitudes de no mediar el poder aglomerador que conlleva el festival. Las presentaciones en vivo de bandas como Elefant, TV on the Radio o Yeah Yeah Yeahs deben ser tomadas como una rearezas de esas que revisten privilegio, aún sin ser actos llamados a revolucionar el rock ni nada que se parezca. Son, simplemente, notables presencias artísticas que enriquecen el mosaico cultural de la ciudad.

Junto a estas promesas, han desembarcado en esta edición tres grandes consagrados de la música contemporánea: los Beastie Boys, los más notables raperos blancos, con una extensa carrera que se remonta a la década de los 80's; los franceses de Daft Punk, dúo emblema de la música electrónica y (probablemente lo más importante), la presencia de la legendaria pionera del punk, la chicana Patti Smith, actuando por primera vez en la Reina del Plata. Como se ve, no solo rock and roll han valido los 130 pesos que costó el abono para estar allí ambas jornadas de noviembre. A continuación, una breve reseña de cada uno de los artistas principales que dieron vida al BUE.

BUE - Viernes 3 de noviembre.

Los 45 minutos de Elefant fueron simpáticos, pero decepcionantes. La banda no supo entregar demasiados momentos de adrenalina; de entre el océano informe de sus canciones, todas parecidas entre sí, apenas asomó algún riff potente durante las primeras canciones y el cover final de "I Wanna Be Your Boyfriend", del álbum debut de los Ramones, fue lo que más levantó a un público de escaso fervor. En determinado momento, cuando se veía que las canciones no daban para mucho, el cantante, hijo de argentinos, Diego García intentó levantar el ánimo con un mini-show personal, que comibinó momentos entrañables (como cuando hizo subir a unas chicas del público para cantar unas canciones) con gestos triviales que no por muchas veces repetidos serán más creíbibles ("Argentina el mejor lugar del mundo, las chicas, el fútbol, el dulce de leche, etc.)

Patti Smith fue una aplanadora, tanto sonora como visual. La Señora (62 años) supo emocionar al público tanto con gestos sutiles - la emotiva apertura con "Beneath the southern cross"; el reggae de "Redondo Beach" - como con bacanales revientes rockeros, especialmente intensos en los dos números finales "Rock And Roll Nigger" y "Gloria", el mítico cover de Them con el que supo abrir su carrera en el recordadísimo discos "Horses", de 1975. Fueron solo sesenta minutos que tuvieron gusto a poco. Su actuación, quizás ayudada por el espaldarazo de su inmensa leyenda actuando por primera vez en el sur, fue lo más relevante del recital (ver crónica aparte).

Los Beastie Boys tuvieron el set más largo de la noche, adentrándose en la madrugada del sábado con bastante entusiasmo. En sus casi dos horas de show repasaron con insistencia el material de su último álbum "To The 5 Boroughs" en un set donde cada "canción" (si es que puede darse ese mote a sus virulentos grooves de samples y cacareos raperos) sonaba extrañamente idéntica a la anterior. A la enorme cantidad de público no le importó esta heterogeneidad, especialemtne cuando los tres newyorkinos repasaron sus máximos hits de obras maestras de hace veinte años como "Paul's Boutique" o "Ill Communication". Así es que se vio a la gente "pogueando" como un gigantesco tsunami en todas y cada una de las incursiones de los Beasties, aunque más tarde muchos afirmaron que el volumen de sonido podría haber estado más arriba aún.

BUE - Sábado 4 de noviembre

En una jornada mucho más larga y con la entrada prohibida a menores, la noche arrancó al atardecer con un dueto de aliento a New York: los noveles TV on the Radio y los Yeah Yeah Yeahs. Entre ambos, los primeros ofrecieron una propuesta musical más interesante, a través de un poderoso híbrido de punk, electrónica, soul, psicodelia y free-jazz. Sacándole lustre a una selección de sus dos álbumes "Desperate Youth, Blood Thirsty Babes" y el último "Return To Cookie Mountain", los músicos lograron hacerle cosquillas al entusiasmo de la audiencia sabatina, a través de canciones de inobjetable gancho como "Wolf Like Me", "Let The Devil In" y el fastuoso cierre con "Staring At The Sun".

Los Yeah Yeah Yeahs sacaron pecho a fuerza del carisma incomparable de su enigmática frontwoman Karen O, rememorando fantasmas de la inolvidable Siouxsie Sioux, lo que dejó en plano secundario el hecho de que su poco novedosa amalgama de art-punk fue seguramente lo menos especial de la noche. Aún así, de lo que no se puede tildar a esta música es de cansina, y varios momentos del show cargaron con una intensidad sin treguas, como los jadeantes derrocha-músculos de "Honeybear" y "Pin", o el celebradísimo final con "Date With The Night", los cuales contrastaron con momentos más serenos, como el del último corte "Gold Lion".

Finalmente, en l oque fue la presentación ma´s aclamada de todo el festival (jonto con Patti Smith) surgieron los solitarios Daft Punk disfrazados de robots en una imponente escenografía futurista consistente en una pirámide lumínica. Lo que siguió fue una hora y cuarto de ininterrumpida música house, incluyendo varios fragmentos de su última producción "Human After All", en lo que sirvió seguramente como un jugoso aperitivo para el festival electrónico "Creamfields", a realizarse en Costanera Sur a mediados de este mes.

Quizás haya faltado algo más de coherencia entre los artistas. Mezclar rap inglés con el poético punk-de-autor de Patti Smith debió haber sido de lenta digestión para muchos estómagos (a juzgar por la gran cantidad de gente que decidió irse del predio en cuanto comenzaron los primeros rapeos de los Beasties Boys). Algo análogo ocurrió al día siguiente, en el que muchos oyentes de rock y punk quedaron desencantados con la frialdad extrema del dúo Daft Punk. Si bien no se pude negar que semejantes combinaciones son un canto al eclecticismo y que eso debería celebrarse, también hay que tener en cuenta que la mayoría de los shows fue sorprendentemente breve, especialmente considerando la cantidad de tiempo muerto que existió entre uno y otro show. Esto, en definitiva, terminó perjudicando un poco a quien pagó la entrada completa para ver un artista en particular y luego tuvo que conformarse con una presentación bastante miserable en términos de tiempo, siendo luego "consolado" con artistas bastante opuestos a aquel al que había venido a disfrutar.

Como sea, el balance es positivo, y esperaremos con ansiedad alguna bizarra y excitante plantilla para que el año que viene, el Club Ciudad de Buenos Aires vuelva a vibrar con la música que no podemos escuchar en las radios.

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