lunes, 20 de noviembre de 2006

LAS BELLAS PIERNAS AHORA SON DOS

Bellagamba, el clásico bodegón porteño de Congreso ofrece a los cultores de la milanesa con papas una segunda opción: a metros del Cid Campeador su nuevo local ya cosecha habitués de todas las edades. Por María Pilar Gónzalez


Desde hace más de un año el renombrado bodegón/fonda Bellagamba cuenta con una sucursal, igual de cálida y trasnochadora que la anterior. Se trata de una antigua casa chorizo reciclada, situada en Gaona al 1300, a tan sólo cuadra y media de la mítica estatua del Cid Campeador. Al entrar, la impresión de haber retrocedido cincuenta años en el tiempo se desvanece sólo después de escuchar los acordes del último cd de Vicentico o el último hit de Pier. Viejas máquinas de escribir Olivetti; lámparas dignas de la casa de mi abuela (con carpetita bordada al crochet incluida); viejos manuales escolares adornando las numerosas bibliotecas y cuadros con avisos publicitarios de varias décadas atrás crean una atmósfera muy retro. Pero no ese retro edulcorado inventado por el mercado y las publicidades –como se estila últimamente- sino más bien un recuerdo nostalgioso e inexplicable, de tiempos que sólo nuestros padres y abuelos tuvieron la oportunidad de transcurrir.

En Bellagamba Gaona se puede encontrar el mismo menú que ofrece su hermana gemela: minutas de las buenas, con porciones abundantes – hace cuánto que no se ve eso en un restaurant – y guarniciones simples pero llenas de sabor. Milanesas gigantes “tamaño alpargata”, guisos para toda época del año, picadas siempre frescas y pizzetas caseras amasadas al instante. Pero la especialidad de la casa es sin dudas la suprema a caballo, plato que –según comentan en la cocina- es el más pedido para el delivery. Ah! Bellagamba Gaona cuenta con un mini ejército de simpáticos repartidores a domicilio que –munidos de su bicicleta- acercan a los más perezozos todo el sabor.

El ambiente del lugar varía según la hora y el día, pero podría decirse que es frecuentado por personas de cero a noventa y nueve años. Un viernes a la noche se puede encontrar cenando a un grupo de amigos de alrededor de sesenta años, que ocupan una larga fila de mesas en la parte central del restaurant. Más allá, en una mesa redonda, una familia tipo con niños pequeños se siente como en casa. A partir de las once y pico, grupos de adolescentes de todas las edades comenzarán a pedir hambrientos interminables colas de milanesas que se agruparán en el mostrador autoservice, y a eso de la una amigas cuarentonas efectivizarán encuentros postergados en los que mediará sin dudas una buena botella de vino dulce espumante, apoyada sin reparos sobre lo que en alguna época fue la mesa de una máquina de coser Singer.

El original Bellagamba tiene domicilio en Rivadavia 2138, y fue el producto de uno de esos tantos inmigrantes que –con buen tino- tuvo la idea de instalar a principios del 1900 una rotisería en medio de un conventillo en pleno barrio de Congreso. Con casi un siglo de historia a cuestas y un repertorio de personalidades del arte y la cultura que han pasado por sus puertas, esta propuesta gastronómica supo reinventarse y expandir sus objetivos hacia otras latitudes. Hoy la avenida Gaona cuenta entre sus comercios más distinguidos y de mayor convocatoria a un clásico que – atendido por los nietos de sus fundadores – sigue funcionando como un relojito: marche una suprema a caballo por favor...

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